Thursday, April 25, 2024
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Centro Universitario para el Acceso, una experiencia de justicia educativa en Mayagüez

Doctora Sandra Soto se dirige a los mentores del CUA

Entre los años 1992 y 2006 el recinto universitario de Mayagüez de la Universidad de Puerto Rico (UPR-M) admitió a 106 estudiantes provenientes de residenciales públicos de la ciudad.

En el mismo intervalo de tiempo fueron 1057 los y las estudiantes admitidas provenientes de una sola escuela privada de la ciudad, en concreto la Academia de la Inmaculada Concepción.

La estadística, recogida en el año 2007 por el recién creado Centro Universitario para el Acceso (CUA) reflejaba la alarmante desigualdad en el acceso a estudios superiores según nivel de renta y contexto habitacional. 

Para revertir esta situación, la dupla formada por David González y Rima Brusi-Gil de Lamadrid, docentes del recinto, con el apoyo del Decanato de Artes y Ciencias y el Departamento de Ingeniería Industrial, fundaron el CUA. 

En origen fue un proyecto de investigación para entender el fenómeno de la disparidad de acceso y retención en la universidad pública por nivel socioeconómico y geografía.

Gracias al análisis de datos censales, estudios etnográficos e investigación participativa se identificaron los problemas y necesidades de las comunidades educativas aledañas al recinto, a quienes se supone se debe la universidad pública y a quienes debe servir de ascensor social.

En 2008 se empezaron a organizar tutorías, campamentos de verano, repasos para College Board o academias sabatinas para impactar a esta población -estudiantes de escuela superior al principio, y posteriormente de intermedia también-, con el fin de mejorar la retención en el nivel escolar y asegurar el acceso a estudios universitarios a los hijos de las clases populares. 

Esta particular forma de lucha de clases -al menos desde el salón de clases- que en el CUA llaman ‘democratización del conocimiento’, resultó ser tan efectiva que los datos hablan por sí solos. 

En el periodo 2008-2013 el CUA logró que el 87% de sus estudiantes fueran admitidos a una institución postsecundaria, cuando a nivel nacional la cifra no llegaba ni al 50%.

En su segundo quinquenio, entre el 2013 y el 2018 el programa de apoyo académico logró un 100% de admisiones a instituciones postsecundaria y un 100% de retención escolar. 

La población que atiende el CUA proviene de escuelas de la zona urbana de la ciudad, en concreto la Manuel A. Barreto, la María Dolores Faria, la Esteban Rosado Báez, la Eugenio María de Hostos y la Vocacional Pedro Perea Fajardo.

Participantes del CUA y mentoras del programa

Nuevos retos en un nuevo país

Actualmente el programa está coordinado por las profesoras Jocelyn Géliga Vargas y Sandra Soto Santiago, quienes dirigen los esfuerzos desde el 2017 tras recoger el testigo de las anteriores directoras, Bernadette Delgado, Lisette Rolón y la ya mencionada Rima Brusi.

En ese momento la situación fiscal del programa se resintió ante el fin de los fondos que recibían, sumado al contexto post-María y la crisis fiscal de la UPR.

Puerto Rico era el mismo país, pero a la vez uno muy diferente: seguía bajo un régimen colonial, con niveles de pobreza infantil que en pueblos como Mayagüez rozaban el 73%, pero al mismo tiempo había retos nuevos como un sistema de educación pública amenazado por el cierre de escuelas, o una universidad asediada por los recortes.

Los retos fueron muchos, se tuvieron que recortar el número de participantes impactados y el total de tutores, pero se logró mantener a flote el proyecto, incluso durante la pandemia.

Este curso académico 2021-2022 el CUA empezó a ver la luz al final del túnel. Gracias a una subvención de la Fundación Puertorriqueña de las Humanidades y otra de la National Science Foundation el programa vuelve a recuperar fuerza y a poder planificar sus proyectos a 5 años vista, como antes del huracán.

“El big bang de esta nueva etapa va a ser el campamento de verano, que no lo hacemos desde 2019”, indicó Géliga Vargas, coordinadora del CUA y profesora del Departamento de Inglés. A partir de ahí volverán todos los servicios de acompañamiento que han sido bandera del proyecto.   

La doctora Soto Santiago, co-coordinadora del proyecto, compartió que igual de importante que la mentoría durante el periodo escolar para garantizar buenos resultados académicos y el acceso a la universidad es la mentoría dentro del recinto, la cual garantiza la retención y que las personas se puedan graduar.

Justicia educativa como horizonte

La idea que subyace a todo el proyecto es la de justicia educativa. Soto Santiago compartió que “todos los estudiantes tienen el potencial de cumplir sus metas y aspiraciones. Pero en un contexto como Puerto Rico la escuela a la que vas determina esas oportunidades. La justicia educativa es asegurar la equidad, que todos y todas puedan cumplir sus aspiraciones”. 

A esto, Jocelyn Géliga añadió que “se predica mucho el discurso de la igualdad, como si todos empezáramos la carrera en el mismo lugar. Pero pensar que con darle a todos los mismos recursos vamos a tener una educación justa es una ilusión. No es que los niños no estén ahora en igualdad de condiciones, es que no lo estuvieron sus padres ni sus abuelos. La desventaja es estructural, por eso es un asunto de reparaciones históricas, hay que aceptar la realidad no admitida de que el Estado no nos ha tratado a todos por igual”. 

Ambas coordinadoras coinciden en señalar un pensamiento que se ha instalado ahora en el seno de la administración de la universidad, y que tiene que ver con la baja poblacional y el futuro de la institución ante la posible falta de estudiantes.

“La UPR se quiere asegurar que los que ya llegan sigan llegando. Pero la pregunta es ¿cómo nos aseguramos que las y los estudiantes que no han podido acceder a la UPR puedan llegar? ¿Qué hace la UPR para lograr un acceso para esas poblaciones?”, cuestionó Soto Santiago. 

Sobre esto, Géliga añadió que “ahora es peor, están yendo a buscar estudiantes a EE.UU., porque dicen para ellos es más barato. Eso sucede mientras estudiantes que ya están a punto de graduarse nos han confesado que de niños pasaban todos los días delante del recinto y nunca pensaron que este espacio era para ellos”.   

Participantes del CUA en el Centro de Estudiantes del RUM

Un ejemplo vivo del éxito del CUA

Uno de los casos de éxito del programa es el de Jamie Galindo, egresada del Colegio de su programa de bachillerato en Psicología y quien recientemente culminó su grado de maestría en una institución privada.

“Yo me enteré del CUA por otra compañera en la Hostos, en grado 11. En ese entonces se ofrecían los repasos al College Board, y venía al Colegio entre semana y fines de semana. A partir de ahí me quedé como parte de la familia del CUA”.

La joven, criada en el residencial Sábalos Gardens y cuyos padres no culminaron nunca estudios universitarios, reconoció que “si no hubiera llegado a las tutorías se me hubiera hecho bien cuesta arriba. El CUA fue un refugio. Pese a que uno viene con buenas notas aquí dentro es un reto”.

El caso de Deyaneira Ortiz es diferente. Estudiante de biotecnología industrial de sexto año, se integró al CUA como empleada, no como participante.

“Para mí comenzó como un proceso de aprendizaje y construcción propia. Yo conocí a Jocelyn y Sandra en la huelga de 2017, y en los espacios de diálogo de ese proceso pude conocer al CUA. En mi caso mis padres y abuelos fueron a la universidad, se daba por hecho que yo iba a ir también. Me encontré que esa realidad no era igual para todo el mundo”, relató.

Además de tomar conciencia sobre los retos y falta de oportunidades de otros sectores del país para acceder a la universidad, Ortiz destacó que ha podido aprender que hay otras formas de educar.

“Formas que pueden ser horizontales, inclusivas, aprendí que podemos crear otro país dentro del salón de clases, eso para mí es lo más brutal que me pudo haber dado el CUA”, finalizó. 

Para solicitar información o una plaza en el programa pueden comunicarse al 787-217-1578 o escribiendo a [email protected].

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