Zilka Ríos
Alimentar nuestro cuerpo saludablemente es una interacción compleja entre instintos, emociones y pensamientos. No es una decisión basada, exclusivamente, en nuestro conocimiento de nutrición o fuerza de voluntad. Comer saludable no es blanco o negro, no es ser perfecto; encontrar balance toma tiempo. Esto puede frustrarnos, no importa cuál sea nuestra profesión, nivel de educación, historial médico o demografía.
En casi 10 años de experiencia profesional he visto que cuando se habla de nutrición, 90% de las veces se habla de restricción y dietas. En la búsqueda de simplificar listamos todo lo que “no se puede comer” e intercambiamos la riqueza de nuestros sabores típicos por pechugas y ensalada.
Ante la restricción prolongada, físicamente el cuerpo disminuye su gasto energético y aumenta las hormonas del apetito y del estrés. Mentalmente aumentan los pensamientos de comida (específicamente las restringidas). Esto desencadena antojos incontrolables y sentimientos de culpa.
Necesitamos cambiar de mentalidad y desligar la nutrición de la restricción y abrir espacios enfocados en añadir hábitos de bienestar y salud. Hábitos que se acoplen a nuestros gustos, a nuestra cultura. Un lente más positivo será menos frustrante y más sostenible.
Hábitos como incluir vegetales que realmente disfrutemos, quizás cocinados a la parrilla o con trozos de queso del país o sazonados con especias aromáticas, vinagre balsámico o aceite de oliva. Prácticas como comer cada tres horas y empezar el día con un desayuno que nos deje satisfechos.
Una experiencia positiva a la vez, paso a paso, que la salud es un caminar.
