Friday, March 29, 2024
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Reflexiones ante el natalicio de José de Diego: el olvido

Fachada de la casa de José de Diego

Por: J.A.R. Acevedo
“Laura mía, ya se que no lo eres…” La ley de habituación, según el psicólogo Nico Frijda (2006), nos postula que mientras más vemos algo, y más cercanía tenemos de ello, empezamos a dar por sentado que siempre estuvo ahí, y más aun, que siempre estará ahí. Que es irremediable; nos acostumbramos a ello. Nuestro pueblo parece haberse habituado al abandono.

Casi a diario vemos en alto número las estructuras abandonadas. Los viejos adoquines, las rejas enmohecidas, las ventanas rotas. Creo que semejante actitud hemos reflejado ante nuestra historia y cultura. Es lamentable, pero no nos es extraño; de la misma forma que no nos es extraño una casa abandonada.

Localizada entre las calles Liceo y Salud, se encuentra la Casa Solariega de José de Diego, prócer del cual este año se celebró el 157 aniversario de su natalicio, el pasado 16 de abril.

Frente de la casa.

La estructura, construida en 1897, es obra del arquitecto José Sabas Honoré (quien diseño obras como El Teatro Yagüez). Su diseño es de una sola planta en forma de “L”, en el que su balcón contiene lozas de mármol posiblemente isleño. Desde la calle Liceo se aprecia lo que fue su inmejorable fachada. Grietas, deterioro, adoquines expuestos. En su interior, el techo ha sufrido daños severos, entre la aflicción del tiempo y la negligencia, al igual que su interior, cuyas maderas del país presentan avanzado grado de deterioro. Si los ojos son la ventana del alma, a través de sus ventanas se ve el olvido. A la Casa que fue suya, no sabemos lo que eres….

Y todo a pesar de que la Casa Solariega se encuentra en el Registro Nacional de Lugares Históricos desde el 1986.

En cuanto al prócer José de Diego, su figura es intrínseca para la historia puertorriqueña.
Este, apodado “El Caballero de la raza” fue uno de los principales defensores del habla hispana en la isla y su enseñanza, brindando como ejemplo su poesía y sus innumerables escritos en cuanto a diferentes facetas de la isla. Además de ello, la fundación de una de nuestras instituciones insignes de educación, la UPRM, fue parte de su gesto. Debemos tener en cuenta que la postura ideológica no es mutuamente exclusiva del aprecio hacia las figuras históricas. La reverencia ante estas está arraigada a nuestra identidad individual y colectiva, y ante esto portamos una deuda impagable.

Pero las campanas parecen no haber sonado este año. Lo que en previos años pudo atribuirse al estado social dado a la pandemia del COVID-19 ya no puede servir de excusa.

Escasos, si alguno, han sido las clamas de celebración y honor en su natalicio. Parecería que también nos hemos habituado a estas figuras, o peor aún, todo lo contrario.

Pero no en balde, pues a pesar del olvido desarrollado ante las figuras históricas, se recobra diariamente la identidad. A pesar de la falta, lo recordamos en los estudiantes recitando los poemas “Elegía a Laura” y “Sueños y volantines”, en caminar por vías y monumentos con sus nombres, en el mismo habla. Se recobra hasta de manera inconsciente, cuando escuchamos algo que reconocemos en algún recóndito espacio de la memoria, hasta que algún día le ponemos nombre a ese recuerdo. No dudo que muchas veces, ese recuerdo lleve el nombre: José de Diego.

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