Thursday, March 28, 2024
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Las manos que construyen el sonido del país

Jesiel Martínez

Juan Antonio Corretjer escribió aquellos versos que laudaban “gloria a todas la manos que hoy trabajan, porque ellas construyen y saldrá de ellas la nueva patria liberada”.

Las jóvenes manos de Jesiel Martínez construyen y además liberan: construyen instrumentos que le ponen sonido a la patria, a su música tradicional y a la de vanguardia, y liberan de prejuicios a su generación, muchas veces acusada de no atender los vestigios del pasado y dejarse embaucar por modas ajenas.

Jesiel tiene 24 años, es natural de San Sebastián del Pepino, y acaba de culminar un bachillerato en Historia con un ‘minor’ en Italiano en el Colegio de Mayagüez.

Hace menos de 10 años, cuando contaba con 15, le pidió a sus padres un cuatro, instrumento que había disfrutado desde niño como amante de la tradición musical del país. Sus progenitores cumplieron su deseo adolescente y le regalaron el ansiado cordófono.

Ese regalo tenía algunos desperfectos de construcción y acabó por romperse. Lejos de ser un problema permitió que el joven pepiniano empezara a jugar con su otra gran pasión: el tratamiento de la madera, afición heredada de su abuelo, a quien tantas veces vio trabajar en su taller. 

Para enmendar el desperfecto su papá lo llevó al taller del luthier rincoeño Germán Velázquez, quien le manifestó que no se dedicaba a hacer reparaciones.

Sin embargo, al ver el interés del joven Jesiel en su proceso artesanal y en conocer sobre los materiales utilizados le ofreció guiarlo para que él mismo reparase el instrumento.

A partir de ahí, su historia personal no se puede desligar del instrumento nacional, al cual le ha dedicado toda su vida adulta no solo como instrumentista, sino también como artesano luthier, oficio que desempeña con altos estándares de calidad y reconocimiento.

Respeto al oficio

Martínez defiende su labor artesanal, la cual define como “mecánica, no solo estética”. Más allá de dar forma al contorno aviolinado del cuatro, dijo, “hay que hacer que suene de la mejor manera posible, conocer las maderas, los puentes, la afinación, etc.”.

Esa finura y gusto por el detalle le ha permitido recibir encargos de algunos de los mejores cuatristas del país.

Entre otros, ha trabajado desde su taller en San Sebastián con los instrumentos de Christian Nieves, José Eduardo Santana o Luis Sanz, tres generaciones que han llevado al cordófono criollo a escenarios de todo el mundo. 

“Fue muy difícil al principio, me veían muy joven y eran escépticos”, recordó el luthier.

A pesar de ello “seguí perseverando y la gente me ha recomendado”, reconoció Jesiel, quien no usa ningún medio para promocionar sus servicios. 

Esta actitud casi clandestina tiene una explicación: prefiere ofrecer calidad por encima de cantidad. Sus cuatros son cuidados al milímetro, y eso requiere dedicarle a cada instrumento tiempo.

“El mercado mío no es uno masivo, nosotros trabajamos haciendo instrumentos customizados para músicos de alto nivel. Es mejor tener un nicho de clientes que puedan pagar la calidad de lo que hago antes que hacer muchos trabajos”, compartió Martínez, cuyos cuatros se cotizan por encima de los $1,500. 

Jesiel Martínez en su taller de San Sebastián. Foto: AJ Photography

Construir un cuatro: arte, tradición y mística

Este precio se explica, entre otros motivos, por el alto grado de conocimiento que hay que tener al adquirir la madera. No solo hay que conocer los tipos de palo necesarios, sino también sus proveedores.

“No es fácil si uno no conoce el círculo. Esto funciona mucho por referencias, por conocer a las personas correctas. No es ir a internet y buscar un aserradero”, explicó. 

El corte del leño es otro de los saberes que un luthier atesora como valor en su proceso creativo. “No todos los cortes de caoba, por ejemplo, son buenos para los instrumentos, algunos son solo para muebles”.

Por último, la calidad del instrumento y su valor comercial va a depender del talento del luthier para identificar un buen sonido. 

“Hay que revisar la sonoridad de la madera, es una técnica un tanto esotérica. Muchos creemos que al golpearla podemos escuchar el timbre del instrumento. Miguel Acevedo describe la construcción como ‘alquimia’: transformamos la madera bruta en un instrumento que habla. Tiene una parte espiritual, no se puede describir. Es algo casi místico”. 

Esta filosofía de trabajo, que recuerda a los gremios de artesanos medievales, obliga a conversar sobre los cuatros de origen chino que pueblan las tiendas de música del país. ¿Afecta esto a los luthieres locales? ¿Debe regularse el mercado de instrumentos típicos?

“Hay que ser realistas, hay un mercado muy grande para cuatros económicos. No todo padre tiene dinero para un instrumento de alta calidad. Muchos buscan algo económico, y si el niño demuestra interés se le compra uno artesanal”, dijo.

Al mismo tiempo, a pesar de reconocer que son instrumentos “de pésima calidad, hechos con madera laminada y con problemas de afinación”, mostró el deseo de que esos cuatros industriales puedan ser, al menos, producidos en el país. 

Esta visión no impide que como profesional reclame para los suyos algún grado de protección y puesta en valor del producto manual. 

“Se debería hacer es una cooperativa de artesanos para tener una voz unida, y crear un sello que diga “Artesanía de Puerto Rico” que respalde la calidad. Muy pocos han estado dispuestos, porque piensan que les puede robar la independencia, pero sería maravilloso”, reflexionó el pepiniano. 

Del mismo modo lamentó que no haya en el país una escuela donde formar a nuevos constructores de instrumentos, una profesión envejecida dominada por hombres que en su mayoría superan los 50 años.

“Es una gran tragedia que no exista ninguna escuela para formar en la luthería. Ciertamente hace falta, todavía hay gente que conoce la tradición, pero esa gente no va a estar 100 años más”, lamentó quien reconoce ser el único luthier joven del país.

El cuatro más allá del folklore

Jesiel es un amante de la música de raíz, pero aboga por la expansión de los límites sonoros de este heredero de la vihuela renacentista.

El cuatro se desarrolló con los sonidos de la ruralía, pero no debe ser rehén de este repertorio, según el joven historiador. Martínez promueve desde su labor artesana que el instrumento de plectro suene en otros estilos fuera del folklore.

“Para garantizar su supervivencia tiene que ser versátil, hay que llevar el cuatro a otros géneros”, expresó. 

Ejemplos hay muchos: Maso Rivera con la Fania All Stars, Edwin Colón Zayas con la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico, Christian Nieves con Ricky Martín o Tommy Torres, José Eduardo Santana con Farruko o Luis Sanz con René Pérez, entre otros.

“Ahora le estoy construyendo un cuatro a Christian Nieves que es experimental, para tocar rock. Todo cuatrista tiene el deber de saber de dónde viene la música jíbara, pero podemos entrar en la clásica, el jazz, en el pop…”, sentenció. 

Y añadió que “la bordonúa y el tiple no evolucionaron porque no salieron del marco folklórico, y eso los llevó casi a la extinción. El problema de los instrumentos folklóricos no es el instrumento, sino que los músicos no les permiten salir del cajón”.

Al rescate del tiple y el tres puertorriqueño

Con los instrumentos de la tradición cordófona criolla que casi desaparecen, especialmente el tiple, el lutier e historiador también tiene un compromiso.

“Tengo una conexión con los tiples de antaño, requieren un entendimiento histórico y de construcción diferente al cuatro. El tiple casi desapareció, pero en los 60 Francisco López Cruz lo empezó a rescatar”. 

Ahora, dice, “ha habido un resurgir del tiple, que precede por más de 100 años al cuatro”, pues era un instrumento que resultaba fácil de transportar por los marineros debido a su reducido tamaño. 

Otro instrumento que Martínez se ha dedicado a “rescatar” es el tres puertorriqueño. Hay quien piensa que el tres es solo de Cuba, y lo cierto es que el origen del mismo está en la isla vecina, de donde llegó a Puerto Rico. 

Lo curioso de este hermanamiento es que en Puerto Rico se conserva un tipo de encordadura que en Cuba se perdió. Mientras que en la mayor de las Antillas se usan tres cuerdas dobles, en nuestro país se preserva el uso de tres cuerdas triples. 

“El tres puertorriqueño no es tan conocido, pero hay músicos virtuosos que lo siguen conservando para la guaracha o incluso la bachata. Tiene una voz distinta al tres cubano, es muy bueno para acompañar y eso lo ha hecho atractivo”, indicó.

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