domingo, octubre 1, 2023
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Keila Ortíz vs. Madeline Sánchez

Por: Awilda Abreu Exia

Mucho se ha hablado y se ha escrito en las redes sobre el caso de Félix Verdejo, El Diamante. Como en todo hay personas que lo consideran inocente en el atroz crimen perpetrado a Keishla Rodríguez y su criatura por nacer. Otras personas exigían todo el peso de la ley. Y otras están conformes con el veredicto final. No soy abogada, por lo tanto en este artículo no voy a escribir sobre ningún aspecto legal. Como Trabajadora Social y Socióloga quiero escribir sobre algunos aspectos sociales de este caso y sobre la familia.

Ciertamente el caso de Félix Verdejo nos ha tocado muy profundo por las atrocidades cometidas contra la jovencita Keishla. En este crimen y en todos los crímenes que han ocurrido en nuestro querido Puerto Rico debemos saber que ambas familias sufren. No solamente sufre la familia de la víctima sino también la familia de su victimario. Cuando leo o escucho comentarios sobre crímenes o sobre violencia de género siempre sale a relucir la pregunta ¿en qué falló la familia? Ciertamente esta pregunta es muy abarcadora, porque no siempre la familia falla. Falla el sistema, falla la propia persona que no busca ayuda, que recurre a lo que considera más fácil para acabar con su problema. Y aunque siempre yo, como creyente, recurro a mencionar a Dios, no podemos dejarlo a un lado. Estoy bien segura que si las personas buscaran de Dios, tuvieran temor de Él no sucederían estos crímenes ni las situaciones tan violentas que son el pan nuestro de cada día.

Hay personas que vienen de una buena familia. Y al decir “buena” no me refiero a su situación económica. Son familias que le enseñan valores a sus hijos, que en muchos casos los llevan a la iglesia de su predilección desde pequeñitos. Pero muchas veces cuando estos niños crecen se alejan de las enseñanzas de sus padres, le hacen más caso a la presión de pares. Y por eso a menudo vemos hijos e hijas de Pastores y/o Reverendos caer en vicios y otras cosas indebidas. ¿Acaso no recibieron ellos/as enseñanzas cristianas desde una tierna edad, acaso no iban a la iglesia, su familia no les inculcó valores? (Mediten en esto). Este ejemplo que les doy aplica también a otros padres y madres de familia, no necesariamente ocurre en hogares de un Pastor o Reverendo.

En este caso de Félix Verdejo sufre mucho toda la familia de la víctima. La señora Keila Ortíz, madre de Keishla Rodríguez, sufre un dolor desgarrador ante la pérdida de su amada hija y su nietecito/a por nacer. Aunque se hizo justicia y Verdejo permanezca toda su vida en la cárcel ya nada ni nadie le va a devolver a su hija. Ese vacío, ese dolor ante la pérdida de Keishla (y máxime de la forma tan cruel que fue) solamente Dios con su gran poder les puede brindar paz y el consuelo que tanto necesitan.

La Sra. Madeline Sánchez, madre de Verdejo, también sufre por los hechos cometidos por su hijo. De la noche a la mañana, en cuestion de segundos, dos familias cayeron en desgracia. La señora Sánchez jamás imaginó tener un hijo asesino. Era una figura pública, famoso, excelente boxeador y de la noche a la mañana cayó del pedestal en el cual lo tenían sus fanáticos y familiares. Tal vez él se dejóllevar, no reflexionó, no meditó lo que le podía pasar si llevaba a cabo su plan. Y como “cada acto tiene sus consecuencias” ya sabemos todo lo que ocurrió. Ambas madres sufren, doña Keila porque le arrebataron su hija y su nietecito/a por nacer y para colmo de una forma tan despiadada y cruel. Y dona Madeline sufre por su hijo convertido en asesino de la noche a la mañana. Porque todo el éxito y el brillo de ese diamante se opacó, se oscureció por culpa de sus propios actos.

Doña Keila me recuerda a María, madre de Jesús, quién sufrió al ver a su hijo despojado de sus vestiduras, clavado en una cruz y Él era inocente. Jesús dio su vida por redimirnos del pecado. Fue un acto de puro amor. Dentro de su sufrimiento, de su dolor, por todo el calvario que vivió su hijo Jesús, considero que también fue algo inefable. Pues nunca nadie ha demostrado tanto amor que murió clavado en una cruz.

Doña Madeline me recuerda a Ciborea Iscariote, la madre de Judas. Judas, quien de ser un discípulo de Jesús se convirtió en un traidor, en quien lo entregó. Con un beso en la frente y por 30 monedas “vendió” a Jesús. Luego tuvo remordimiento ante lo que había hecho (por su traición), se arrepintió y se ahorcó.

Ambas madres sufrieron, ambas sintieron el dolor por sus hijos. Con esta breve alegoría entre la madre de Jesús y la de Judas Iscariote he querido hacerles reflexionar en el dolor y sufrimiento que siente una madre por sus hijos. Así son las madres, si sus hijos son buenos o si de un momento a otro se convierte en asesino, simpre los van a querer. Aunque no estén de acuerdo en el mal que su hijo hizo el amor que le tiene siempre va a perdurar. Oremos por doña Keila y doña Madeline. Estas madres y sus familias lo necesitan mucho.

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