Tristemente, es la cruda realidad…
Muchas personas sueñan con tener alguna mascota en su hogar y, cuando por fin la tienen, con el paso del tiempo, no le dan todo el cariño del mundo y terminan abandonándola a su suerte en cualquier vía pública o rincón escondido de Puerto Rico.
Como amante de los animales, lo confieso con mucho orgullo como ciudadana y Senadora del Distrito de Carolina, me parte el corazón cada vez que veo la falta de sensibilidad que presentan cientos de seres humanos en la Isla del Encanto que no lo piensan ni un segundo a la hora de decirle adiós a su animalito ya adulto y, lamentablemente, lo hacen de la forma más cruel del mundo, dejándolo a la intemperie y como si fuera una misma bolsa de basura en espera de ser triturada en el camión. Esto, pasando por alto las muchas horas que la criatura de Dios las hace felices con sus simpáticas ocurrencias por más difícil que sea el día de trabajo y sin tomar en cuenta el mal humor de los miembros de la familia. Pues, lo único que buscan es amor.
Pero, ¿hasta dónde vamos a llegar como pueblo? ¿Qué mensaje le estamos enviando a nuestros niños y niñas y a nuestras futuras generaciones sobre el maltrato y el abuso de animales por el que pasan, según cifras oficiales, las más de 400 mil mascotas que hay actualmente en las calles?
Afortunadamente, de otra parte, también hay personas sumamente comprometidas con la causa y se involucran en la problemática haciéndola suya. De hecho, este es el caso de las que tienen, en sus propios hogares, santuarios para hacerles la vida un poco más llevadera a cientos de mascotas enfermas, llenas de dolor, con mirada sumamente triste y a punto de morir.
Por ejemplo, en el municipio de Moca se encuentra el Santuario Pulgocitos de mi Vida, cuya propietaria es doña Ana M. Pérez. En dicho lugar, donde viven animalitos ya desahuciados, abunda el amor a manos llenas. Y no es para menos, pues las mascotas están sufriendo una serie de condiciones y enfermedades muy delicadas, a veces, propias de la edad. A tal punto, que sólo esperan su muerte. ¡Qué ironías tiene la vida! Estos animalitos llenan de amor a sus dueños y, al final de sus días, éstos reinan por su ausencia tirándolos a la calle. Asimismo, están los albergues, donde, gracias a Dios, acuden muchas otras personas a adoptar alguna criaturita de cuatro patas.
Por tal razón, mi exhortación es a que, en vez de comprar alguna mascota, las personas acudan a los albergues para que practiquen la adopción, ya sea de un perro o de un gatito de raza o satito. ¡La sensación es maravillosa!
Hay que recordar que la mascota no es sinónimo de juguete, sino de gran responsabilidad. Pues, al igual que los seres humanos, crece y experimenta sus propias condiciones de salud. Ten muy presente siempre, amigo y amiga, que la sensibilidad y apego es algo muy significativo.
De hecho, en mi caso, aún recuerdo muy bien el día que murió mi amada perra luego del ‘Huracán María’, al no poder sobreponerse a la crisis. El vínculo que tuve con mi inolvidable mascota, por espacio de 12 años, fue tan fuerte como el de mis hijos. Por cierto, tengo otro perrito hace 11 años, al que amo con todas las fuerzas del corazón.
En el Proyecto del Senado 382, de mi autoría, busco que, desde la escuela primaria, “podamos crear una responsabilidad social y ciudadana con los niños. Incluso, teniendo muy presente la responsabilidad que conlleva adoptar a una mascota, entre otras cosas”.
Aún son muchos los albergues que requieren atención y cariño, de igual manera condeno el discrimen hacia los gatos, pues tampoco dejan de ser animales domésticos.
En mi hogar tengo uno y es más que mi gran amigo, es parte de mi amada familia hace ya dos años.
Amigo y amiga… ¡las mascotas no son un juguete!
Por: Marissa ‘Marissita’ Jiménez Santoni – Senadora el Distrito de Carolina
