Thursday, March 28, 2024
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Arleen Ramírez-Figueroa, talento mayagüezano al rescate de los orígenes sefardíes

Ser profeta en tu tierra no siempre es tarea fácil, y menos en un país como Puerto Rico, donde la clase artística no goza de gran apoyo institucional o industrial, más allá del circuito comercial de géneros como el reggaetón o el pop latino.

Por eso, muchos artistas boricuas buscan la manera de continuar su carrera en diferentes espacios, principalmente los Estados Unidos, aprovechando la alta presencia de puertorriqueños y otras comunidades latinas.

Este es el caso de la mayagüezana Arleen Ramírez-Figueroa, compositora, profesora de canto y cantante de ópera que desarrolla actualmente su carrera en Orlando, a través de su proyecto BorikenSpharad Ladino Music Project, una iniciativa para rescatar los vínculos de Puerto Rico con la tradición de los judíos sefardíes a través de la música.

Su familia es mitad de San Sebastián y mitad de Mayagüez, aunque toda la infancia de la cantante transcurrió entre El Maní, donde cursó su escuela elemental, y el pueblo, donde estudió en la Escuela Superior Hostos y posteriormente en la Escuela Libre de Música.

Mucho antes de llegar al mundo de la ópera y de la música de raíz mediterránea, Ramírez-Figueroa creció entre la trova, los aguinaldos y la música de tríos, géneros que cultivaban sus tíos y su padre, y con los que se relacionaba en actividades familiares y parrandas en navidad.

“Mis tíos eran muy conocidos como cantantes aficionados. La música me venía natural por toda la tradición familiar. Mi padre versaba, y a veces me ponía a cantar en parrandas”, compartió con Visión la artista mayagüezana.

Desde su niñez, Ramírez-Figueroa fue forjando su pasión, desde su primera actuación, motivada por la señora Quiñones, su maestra de séptimo grado, para cantar en el Día Mundial de la Paz en la plaza Colón de Mayagüez, pasando por las clases de pintura con Angeles Carlo o su participación en el coro escolar de la Hostos.

Gracias a ese cultivo constante, Arleen ingresó en la Escuela Libre de Música, donde tuvo su primer encuentro con la educación musical reglada.

“Entré a tocar piano con el Sr. Toro, y un poco después el profesor Matos, director de la escuela, me llamó para que me aprendiera la danza “No me toques”, de Juan Morel Campos, y me puso a cantar con la orquesta, y ahí quedé enamorada. Me di cuenta que quería hacer eso el resto de mi vida”, aunque reconoce que “quería ser instrumentista, me gusta la composición, pero el canto me era muy natural”.

Tras esta experiencia formativa, y tras graduarse en la Libre, comenzó sus estudios en la Inter de San Germán, primero en Artes Visuales, y posteriormente en Música. Su primera opción era el piano, pero una profesora la escuchó cantar y la reclutó para el programa de canto.

“Me estaba preparando para un examen de ubicación de piano. La profesora Nilda Betancourt me escuchó cantar, se asomó al cubículo y me animó a estudiar canto y hacer piano como segundo instrumento”.

En la Inter coincidió con otros artistas que a la postre serían también figuras destacadas de la música del país, como Julio César Sanabria, con quien participó en el proyecto musical Caobaná. “Ahí empecé a conocer a compositores como Silvya Rexach, Rafael Hernández, etc.”, compartió.

Pero esas influencias no fueron las que definirían su obra. En ese momento se empezó a interesar por las conexiones de la música del medio oriente y el folklore boricua.

El legado sefardí en Puerto Rico

Ese interés en los vínculos musicales entre Puerto Rico y la región mediterránea y el legado sefardí en el país se fortaleció durante sus años de maestría en la Universidad de Central Florida, y también en los años que cursó en el Conservatorio de Boston.

Ramírez-Figueroa reconoce que “hay eslabones perdidos en Puerto Rico, somos mucho más de lo que nos han dicho. Empecé a trabajar con mi árbol genealógico, y los descubrimientos fueron como entrar a otra dimensión de la vida: es descubrir lo que tu corazón te dijo toda la vida. Por parte de madre tengo ascendencia sefardí, y por parte de padre judía”.

Esta raíz, indica, es especialmente fuerte en Mayagüez. “Tenemos una influencia muy grande, los fundadores de Mayagüez fueron judíos españoles. Lo podemos ver en las tradiciones. Mi abuelo ponía un pedazo de pan encima en la puerta, y eso es una costumbre serfadí, es un amuleto judío de bendición”.

De esa investigación y vínculo personal con el pueblo hebreo, Arleen Ramírez-Figueroa dio forma al proyecto BorikenSpharad Ladino Music Project, para rescatar tonadas en lengua ladina, la que hablaban los sefarditas expulsados de España por los Reyes Católicos.

Aunque en la época colonial el judaísmo sólo era practicado de forma legal en Jamaica y en Curazao, lo que obligaba a los criptojudíos a ocultar su fe, actualmente Puerto Rico tiene la mayor comunidad judía del Caribe.

La influencia de la cultura sefardí/judía en Puerto Rico tiene importantes curiosidades como la de la famosa canción de plena ‘Dame la mano paloma’, cuyo origen está en el repertorio ladino y el tema ‘Dame la mano palomba”. También en el lenguaje boricua hay palabras llegadas con esos judíos expulsados de la Península Ibérica, tales como buriaco (roto) o peje (pez).

Crisis en la gestión cultural de Mayagüez

A pesar de que Arleen Ramírez-Figueroa está desde hace muchos años en la diáspora, no ha perdido nunca vínculos con Puerto Rico y se mantiene al tanto de la gestión cultural en el país.

“Puedo decir muy humildemente que a la distancia he tratado de aportar mi grano de arena. Cuando se dio el huracán María hice la canción “La isla del cordero”, junto a artistas como Ismael Miranda, para donar dinero”.

Sin embargo, cuando trató de donar su tiempo y talento para beneficio de su ciudad natal, se encontró con las puertas cerradas del municipio.

“Escribí propuestas al municipio de Mayagüez para llevar talleres a jóvenes, y nunca recibí respuesta. Eso a mi me frustró muchísimo. Me impacta mucho ver a Mayagüez tan abandonada”, lamentó.

La artista reconoce que hay iniciativas privadas que tratan de combatir este abandono cultural y que “sudan a pulmón, pero sin el respaldo del municipio”, como el Casino de Mayagüez, donde actuó en 2019.

“Ver Mayagüez que no funciona ni está dispuesto a funcionar es frustrante. Está en un estancamiento que atrasa la educación del pueblo. Es una pena”, finalizó.

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